En 2023 se cometieron más de 700,000 delitos en Japón, lo que supone un aumento del 17% respecto al año anterior.
El empeoramiento de la situación se refleja sobre todo en los robos, los cuales aumentaron más de un 20%, los asesinatos y las agresiones sexuales, que aumentaron un 30%, y los secuestros y el tráfico de personas, un 40%.
Sin embargo, entre 2000 y 2022, la tasa de la delincuencia y la criminalidad había bajado. El contraste es tal que ahora sólo el 64% de los encuestados describe Japón como un país seguro. Esto contrasta con el 80 o incluso el 90% de hace 10 o 20 años.
Inseguridad
Desde principios de 2024, los japoneses tienen una muestra muy visible de esta inseguridad, lo cual tiene conmocionada a la sociedad japonesa.
Entre las víctimas de este delito hay miles de damnificados por la catástrofe. Cualquiera que viva en Noto Hantô (la península devastada por más de 1,500 terremotos el mes pasado) ha sido testigo de una sucesión de saqueos de casas averiadas, de las que sus ocupantes han tenido que huir porque corrían peligro de derrumbarse.
Asimismo, aumentan los desfalcos. La inseguridad es tal que se han tenido que instalar mil cámaras de video-vigilancia. Y los vecinos han llegado a formar «milicias ciudadanas» que patrullan la zona por la noche.
¿Cómo explicar este repentino aumento de la delincuencia? La subida de los precios es una de las respuestas, mientras que los salarios no aumentan.
Contexto económico difícil
El empobrecimiento resultante de este desfase entre precios y salarios contribuye al aumento de los robos y hurtos. Este difícil clima económico también está tensando las relaciones dentro de las parejas y las familias. Prueba de ello es el aumento de los casos de violencia doméstica y maltrato infantil.
También se cree que este deterioro de la seguridad es una consecuencia retardada de la epidemia de Covid-19. Los sectores que estaban paralizados en el momento de los confinamientos han despedido a un gran número de personas.
En los sectores de la restauración, la hostelería, los eventos y el turismo, por ejemplo, muchos trabajadores han perdido su empleo.
En Japón, los contratos de trabajo sub-estatutarios o irregulares no dan derecho a los trabajadores a percibir el subsidio de desempleo después de haber sido despedidos. Según la policía, varios de estos empleados precarios que habían perdido su empleo habían recurrido a lo que aquí se conoce como «yami baito», o «trabajos en la sombra».
Por último, según los expertos, todos estos años de distanciamiento social han hecho mella en la salud mental. Hay innumerables japoneses que están tan deprimidos que han decidido morir, pero que son incapaces de suicidarse.
Así que optan por cometer asesinatos «indiscriminados» o «indiferenciados». Es decir, atacan a personas que no conocen: incendian edificios, apuñalan a transeúntes en la calle o en los trenes, fabrican bombas caseras y perpetran atentados… De este modo, están seguros de morir, ya que los autores de asesinatos en masa son automáticamente condenados a muerte en Japón.
LISTINDIARIO