Durante siglos hemos utilizado vidrio para almacenar alimentos, bebidas, productos químicos y cosméticos. Pero ¿es hora de encontrar una alternativa más sostenible?
La botella de vino de Speyer, que data de entre los años 325 y 350 d.C., es según se cree la botella de vino más antigua del mundo.
El recipiente, que se encuentra en el Museo del Vino en la ciudad alemana de Speyer, fue hallado en 1867 en restos romanos cerca de esa localidad.
Un análisis de su contenido reveló que contiene un líquido en base a etanol.
Pero la botella de cristal no se ha abierto y se desconoce cuán añeja es la bebida.
Cualquier catador de vinos interesado en probarla debería tener cuidado: las bebidas conservadas durante siglos pueden tener un sabor intenso, por decir lo menos.
El uso generalizado del vidrio como recipiente a lo largo de la historia deja en evidencia su resistencia y funcionalidad.
El vidrio es un material útil para todo, desde conservar alimentos hasta transportar señales de internet.
Es tan esencial para el desarrollo humano que Naciones Unidas designó 2022 como Año Internacional del Vidrio, como una forma de celebrar su contribución al desarrollo cultural y científico.
La importancia del reciclaje
A veces se describe al vidrio como un material que puede reciclarse infinitamente sin afectar su calidad, pureza o durabilidad.
El vidrio reciclado se puede triturar en desechos de vidrio, que se pueden derretir y utilizar para producir más vidrio.
Los recipientes de vidrio tienen una alta tasa de reciclaje en comparación con otros materiales.
En Europa, la tasa media de reciclaje del vidrio es del 76%, en comparación con el 41% para los envases de plástico y el 31% para los de madera.
Cuando el vidrio se deja en el entorno natural es menos probable que cause contaminación que el plástico.
A diferencia de los plásticos, que se descomponen en microplásticos que pueden filtrarse en el suelo y el agua, el vidrio no es tóxico.
“El vidrio está hecho principalmente de sílice, que es una sustancia natural“, dice Franziska Trautmann, cofundadora de Glass Half Full (“vaso medio lleno”), una empresa con sede en Nueva Orleans, EE.UU., que recicla vidrio en arena que es luego utilizada para restaurar costas o zonas impactadas por desastres.
El sílice, también conocido como dióxido de sílice, constituye el 59% de la corteza terrestre.
Dado que es un compuesto natural, no hay preocupación por su posible filtración o por degradación ambiental.
El vidrio suele promocionarse por ello como una alternativa más sostenible al plástico.
El peligro de la silicosis
Pero las botellas de vidrio tienen una huella ambiental mayor que el plástico y otros materiales de envases, incluyendo cartones de bebidas y latas de aluminio.
La extracción de arena de sílice puede causar daños ambientales significativos, que van desde el deterioro del suelo hasta la pérdida de biodiversidad.
También se registraron violaciones de los derechos básicos de los trabajadores en la localidad de Shankargarh, India, que es la mayor proveedora de arena de sílice para la industria del vidrio en ese país.
Algunos estudios también demostraron que la exposición prolongada al polvo de sílice puede representar un riesgo para la salud pública, ya que puede provocar silicosis aguda, una enfermedad pulmonar irreversible causada por la inhalación de polvo de sílice durante un período prolongado.
La silicosis puede aparecer primero como una tos persistente o dificultad para respirar y puede causar insuficiencia respiratoria.
La extracción de arena para la producción de vidrio también podría haber contribuido a la actual escasez mundial de arena.
La arena es el segundo recurso más utilizado en el mundo después del agua: a nivel global se usan cerca de 50 mil millones de toneladas de un compuesto industrial de arena y gravilla cada año.
Los usos de la arena van desde la restauración del suelo hasta la fabricación de microchips. SEGUIR LEYENDO………..